18 feb 2009

Estudio de la falcata íbera.

-LARO-
Como veo que al final el escudo llevará, como es normal en un clan íberos, una falcata, pensé que sería interesante buscar y recopilar lo que exista por ahí sobre ella.
Aquí os presento este trabajo, que es una recopilación de todo lo que he podido leer de cierto nivel en internet y lo he ordenado y clasificado.


LA FALCATA ÍBERA (encis falcatus o sable curvo ).

ORIGEN
La falcata tiene su origen posiblemente en las costas balcánicas del Adriático. Desde allí se extendi´hacia Italia, donde alcanzó gran éxito y a Grecia, siendo denominada macharia o kopis. Para los griegos esta espada de pronunciada curva era un símbolo de las armas de los bárbaros. De hecho, aparece en la cerámica griega como un elemento exótico, adscrito a los persas, amazonas, tracios y otros pueblos bárbaros, reales y mitológicos. Como ha señalado el profesor Fernando Quesada Sanz, principal estudioso del armamento ibérico y de la falcata en particular, fue probablemente del mundo itálico desde donde llegó a los íberos, quienes la modificaron sustancialmente ( redujeron su curvatura, la acortaron y la dotaron de su característico doble filo ). Por lo tanto la falcata ibérica no es una mera copia o imitación de la machaira, sino un arma nueva, que se inspiró en aquella.
Los arqueólogos e investigadores han convenudo que la falcata era el arma por excelencia de la Península en la segunda edad del hierro, especialmente en el sur-este, mientras que en el centro y norte se encontraban habitualmente espadas de hoja recta. La mayor concentración de falcatas se encontraron en la provincia de Alicante, luego, en la vecina Murcia. La mayoría de armas encontradas son del siglo IV a JC., aunque se cree que las primeras armas de este tipo debieron forjarse en los siglos VI-V a.JC y hasta el siglo I a.JC apenas evolucionaron.
Existen espadas con relativa similitud a la falcata, pero ninguna igual, por lo que puede decirse que esta espada fue ideada en nuestro territorio.

FABRICACIÓN, ESTRUCTURA Y DECORACIÓN

Gracias a los análisis metalográficos sabemos que las falcatas se fabricaban con tres láminas de hierro soldadas entre sí “a la calda”, es decir, en caliente. La lámina central, más ancha que las laterales, se prolongaba en una delgada lengüeta que forma el alma de metal de la empuñadura.

Su forma es muy particular, fácilmente identificable y perfectamente estudiada para obtener el máximo resultado de cada golpe. Su hoja y su empuñadura eran únicas. La central era más ancha y su prolongación formaba la empuñadura, mientras que las extremas eran más delgadas. Espada de mediado tamaño con una longitud media de unos 60 centímetros. Es pues un arma de infantería; su longitud sería demasiado menguada para poder ser utilizada por la caballería en un momento en el que el estribo todavía no se conocía y cualquier golpe demasiado enérgico que no alcanzara su objetivo podía desequilibrar al jinete.
Se caracterizaba por una hoja ancha asimétrica, con un filo principal y otro secundario, de modo que en apariencia es un tipo de sable corto. A menudo se decoraban con damasquinados en hilos de plata figurando motivos vegetales, geométricos, zoomórficos e incluso representaciones de cabezas humanas e inscripciones en lengua íbera. Lo más sorprendente de la hoja son las acanaladuras que muestra. Algunas espadas tienen acanaladuras muy simples y en otras extremadamente complejas cubiertas de plata y con inscripciones y dibujos geométricos. La decoración de las falcatas y de otras armas ibéricas responde no sólo a razones estéticas sino también simbólicas. Y es que a lo largo de la Historia los guerreros de todos los pueblos y culturas han valorado la posesión y exhibición de armas ornamentadas, como expresión de riqueza y de estatus. Sin duda, la decoración de las armas rodeaba a su poseedor de un aura de poder y de prestigio. Con todo, los motivos decorativos del armamento no sólo han servido como indicadores de estatus social, sino también como elementos de identificación personal o de grupo y, especialmente, como amuletos protectores.

Sin embargo, el elemento más característico era su empuñadura que la integraban una serie de placas metálicas superpuestas y sujetas con remaches con profusión de relieves y damasquinado. La parte central de la empuñadura solía ser de hueso, cachas de madera, asta o marfil decoradas y que se curva para abrazar la mano que la empuña y remata en la cabeza de un animal, ave o caballo. El tipo de falcata con empuñadura en forma de cabeza de caballo carece de doble filo en el tercio inferior, teniendo el lomo biselado y el frente de la empuñadura se prolonga mediante una barra hasta la base de la hoja. Esta barra suele ser sustituida por una cadenita o una trenza de alambre de cobre que hace que quede cerrada la guarda de la empuñadura. La longitud total era de 560 mm.Evoca la de las antiguas espadas griegas, especialmente cuando tienen formas de aves. Lo sorprendente de la empuñadura es su pequeñez. Llama la atención e induce a pensar que la mano del íbero no era excesivamente grande. En realidad, la empuñadura está perfectamente estudiada para que todos los dedos, salvo el pulgar, la agarren cómodamente. Además tiene una estructura anatómica que contribuye a mejorar esta característica.

En realidad no hay dos falcatas iguales, ya que estas valiosas espadas se fabricaban de encargo, por lo que cada una tenía unas medidas según el brazo de su dueño. En todo el Mediterráneo se admiraba la calidad de estas armas, fabricadas con un mineral de hierro de altísima pureza. Su flexibilidad era tal que los maestros armeros la colocaban sobre sus cabezas doblándolas hasta que la punta y la empuñadura tocaban sus hombros. Si la espada volvía a su posición recta al soltarla de golpe era una obra de arte, si no se fundía para volver a fabricarla.

¿Por qué una forma curva de la hoja? El filo principal tiene una forma de “S” invertida con la parte cóncava más próxima a la empuñadura y la convexa hacia el filo. Esto hace que el centro de percusión se encuentre hacia la punta, mientras que el centro de gravedad está hacia la empuñadura, con el resultado de cargar peso sobre la parte del extremo y hacer que los golpes alcancen, por eso mismo, su máxima potencia sin desequilibrarse. El dorso de la hoja, no está afilado y es la parte más gruesa de la hoja. Esta forma de la hoja facilita golpear tanto con el filo como con la punta, siendo una de las pocas espadas que lo permiten.

No se sabe mucho de cómo era llevada esta arma antes de los combates. Las vainas que se han encontrado están excesivamente deterioradas como para que nos den una respuesta exacta, pero se piensa que estaba fabricada de finas tablas que seguían la forma de la hoja, contorneadas por una media caña metálica sujeta con remaches a una lámina que formaba la boca. En el vértice una contera protegía de los golpes y dos abrazaderas transversales daban consistencia a la funda forrada de cuero, posiblemente repujado o pintado. Las abrazaderas, llevaban sendas anillas con las que se sujetaba al tahalí de forma conveniente. Se sujetaba con una cinta de cuero que pasaba desde el hombro derecho hasta el costado izquierdo en posición casi horizontal. El extremo estaría rematado por una bola. A veces iba asociada a un puñal corto en la misma vaina que se utilizaba como cuchillo multiusos.

UTILIZACIÓN

La Falcata podía utilizarse tanto de punta como por el filo. La táctica del combate determina que la Falcata se utilizaba de manera diferente ante cada situación. Mientras que la formación de combate era cerrada, las espadas sobresalían entre los escudos y tendían a herir con la punta al adversario, pero cuando, ya fuera por dispersión y persecución del adversario o bien por derrumbe de las propias líneas, unos guerreros combatían a distancia de otros, el golpe con el filo debía ser utilizado preferentemente.

Era el arma preferida de los mercenarios y la más temida por los romanos; un tajo de Falcata podía cortar el escudo y el brazo del oponente. Fue fuente de quebraderos de cabeza para el ejercito romano, inspirando no pocos cambios en el equipamiento y tácticas del entonces poderosísimo ejército. Cita Polibio como los bordes de los escudos tuvieron que ser reforzados con metal, para aguantar el poder lacerante de la Falcata.

RITUAL FUNERARIO

Las Falcatas que se conservan han sido halladas en las necrópolis iberas. Estos cementerios se encontraban en las afueras de los poblados, donde los difuntos, tras ser incinerados, eran depositados en urnas rodeadas de un ajuar funerario que variaba según la riqueza, donde destacan las armas, como la espada ibérica o Falcata. Dos recipientes funerarios destacados son las esculturas de la Dama de Elche y la Dama de Baza, ambas con una cavidad posterior para depositar las cenizas.

Parece ser que uno de los rituales de enterramiento consistía en inutilizar la espada que había acompañado al guerrero durante su vida, doblándola, para que ningún otro pudiera utilizarla jamás, y que, a partir de ese momento, le acompañaría en su último viaje. Todas lasfalcatas nos han llegado quemadas, pues era norma habitual entre los nobles íberos la práctica de la incineración, rito en el que las armas ardían en la pira del guerrero y se enterraban con sus cenizas.

El vínculo que unía al guerrero con sus armas era más importante que su propia vida, por ello preferían morir antes que rendirse y entregar sus armas.

Se ha discutido mucho sobre el significado y la utilidad de estas acanaladuras. Hoy se sabe que la explicación dada hasta hace poco es errónea. Las acanaladuras no sirven para que penetre aire en las heridas y esto genere gangrena; de hecho, cuando el filo de una espada ha penetrado seis o nueve centímetros en un cuerpo, con un tajo lateral, o bien más de cinco centímetros en un pinchazo con la punta, no hace falta que aparezca la gangrena, la víctima puede considerarse, prácticamente, muerta. En realidad, las acanaladuras atribuyen a la espada nuevas cualidades físicas y mecánicas: de un lado, el metal que se sustrae a la hoja, hace que su peso total disminuya y de otro, las acanaladuras hacen que aumente la superficie de la hoja y, por tanto, su resistencia a los golpes, tanto frontales como laterales. En otras palabras, aumenta la resistencia y disminuye el peso.

DECADENCIA

Fue un arma que abarcó entre cuatrocientos y quinientos años de civilización. Las últimas encontradas se datan en el siglo I a.JC. Cuando la Falcata periclita, el Gladius Hispaniensis goza de su momento de gloria. Está presente en todos los teatros de operaciones, desde Bretaña hasta Palestina y desde la antigua Cartago hasta las fronteras con Germania. Pero en ese tiempo se ha producido un cambio en la Península Ibérica. Los últimos rescoldos cántabros de insurgencia han sido incorporados finalmente al Imperio por las legiones de Augusto. De hecho, aquellos combatientes ya no utilizaban la Falcata, sino el Gladio. Los íberos habían sido vencidos y los celtíberos se habían incorporado a la romanidad. La civilización había arraigado en Hispania. El estilo que triunfó era el heredado de los pueblos aqueos y dorios, mucho más el estilo de Esparta que el de Atenas, que, por lo demás, también era común a los romanos de los orígenes. El hecho de que nuestra Hispania fuera incorporado a la romanidad tuvo como consecuencia el abandono de la Falcata, símbolo del vencido, y la adopción del Gladius Hispanensis, como característica del vencedor. Porque, por ironías del destino, la espada del vencedor también había sido diseñada y fabricada en la vieja Hispania.

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